El huerto de Tomás es una pequeña parcela oculta, de difícil acceso -y por ello privilegiada-, a a que se llega por medio de un camino abrupto, tupido de vegetación, que remonta las faldas de Collserola (Barcelona). Un camino lleno de dificultades, como la necesidad de saltar un muro “administrativo” que divide legalmente la propiedad del monte, aunque para Tomás esto nunca supuso un problema. Tomás se apropió un espacio, lo ocupó para asentar en él un huerto. Como tantos otros jubilados, él necesitaba matar el tiempo. Pero Tomás no se limitaba a cultivar, sino que arrastraba al huerto sus propios recuerdos de juventud en el campo y su traslado a la ciudad: sus memorias. Escribe 47 volúmenes narrando pasado y presente, su historia individual y la historia del mundo. No es una exageración: contiguo al monólogo individual sobre las actividades cotidianas, se ubica cada día un listado de reflexiones basadas en las noticias del día. Es posible ubicarse en el tiempo sin mirar los encabezados, simplemente leyendo sobre los atentados del 11-M o la muerte de Michael Jackson. Una empresa titánica para un hombre que apenas habría terminado la educación primaria: captar las huellas del tiempo, impedir la inminente ruina del olvido. En el texto continuo e interminable, cuya forma aprovecha hasta la esquina del papel y no deja margen alguno, brota la problemática de la cotidianidad, la repetición, el exceso de tiempo, el escaparse entre las manos del pasado, la relación entre tierra y trabajo. Dejar espacio en blanco (en el papel, en el tiempo, en el recuerdo) no es una opción. El huerto no ha sido ni es sólo un pasatiempo, o una arcadia perdida y tranquila. Es un lugar en el que la memoria arraiga, bebe y respira, dejando finalmente 47 frutos.
..después al huerto. Por cierto, ya estoy terminando de cavar y tirar la hierba. Hoy he llegado junto a la higuera grande, solo me quedan el rincón ese y el trozo de las otras dos higueras. Esta mañana también he puesto dos chapas en la balsa de abajo y he acertado, porque esta noche está lloviendo a base de bien. Este tiempo lo dieron las canículas del Agosto del 2000, precisamente el 22 que fue el día de la segunda quincena de este Septiembre y daba agua a raudales, así lo tengo escrito.
28/09/2001. diario.
Cada uno de los fragmentos del diario es una muestra de esta preocupación por conservar la memoria del sitio junto con la de uno mismo. Tomás dejó un registro y con él, consigue establecer un vínculo con aquellos que le conocieron y con los que no. El papel en el que perduran sus narraciones parece gastado y extremadamente frágil, pero está a salvo, al contrario que el huerto, que peligra siempre. En cada temporada de sequía peligra su tierra, que sufre al agrietarse y convertirse en terrón. Peligra en cada operación urbanística, que pone en marcha la maquinaria de restitución del paisaje. La escritura también puede “secarse” y prepararse para el olvido de alguna caja subida al falso techo. No obstante, también puede tomarse como testimonio para la enseñanza y la preparación de un proyecto de vida: una experiencia de cuidado de sí mismo a través del cuidado de la tierra y de la memoria. Este proyecto es el que hemos tratado de incorporar al huerto desde que lo cultivamos, tanto a nivel individual como colectivo.
Siempre en la cuerda floja que imponen las sombras de la productividad, la ciudad y el abandono.
Yo, después de fregar los platos me fui de paseo por no dormirme en el sofá. Cuando salgo de paseo, ¿sabes dónde voy? Al huerto. Además, es que es una zona muy especial, pues están los hogares Mundet, el palacio y los jardines de las Heuras, y está el huerto. ¿Qué te parece el motivo por el cual cuando salgo de casa, ese es el itinerario a seguir? Pues ya lo sabes.
20/11/2001. diario.