L’hort d’en Tomàs es un espacio agrícola nacido en 1989 y ubicado en el Camí de Sant Cebrià, cerca del Campus Mundet, en Barcelona. Hoy día es un espacio autogestionado por vecinos de los barrios de Montbau y Vall d’Hebron. Además de ser un huerto urbano en el que se trabaja la tierra, es más que eso: se trata sobre todo un proyecto de aprendizaje desde nuestro entorno natural más inmediato, la sierra de Collserola. El huerto nos proporciona la oportunidad de aprender de la naturaleza y sus procesos teniendo un papel activo en los mismos.

Los seres humanos no somos (ni hemos sido nunca) observadores pasivos del medio, sino que hemos aprendido qué es la Tierra al tratar de obtener de ella el sustento. Hemos comprendido y dado nombre a los fenómenos naturales (los ciclos de las estaciones, los cantos de las aves, las distintas épocas de crecimiento y desarrollo de cada cultivo, los períodos en los que ciertos astros son visibles en el cielo, etc.) en tanto que útiles para la supervivencia. Aunque el reconocimiento diario y cotidiano de estos procesos nos ha acompañado durante siglos, hoy día todos estos fenómenos han quedado en un silencioso segundo plano para la mayoría de nosotros.

Cynara cardunculus (cardo comestible) con Lachnaia vicina (falsa mariquita). ¿Cuándo diríais que es la floración del cardo? ¿Es una planta anual o perenne? ¿Exige riego o sobrevive por sí misma en el entorno? Incluso de una especie comestible y plenamente integrada en nuestro paisaje (culinario y ambiental), no sabemos nada.

El impulso del conocimiento científico-técnico, desarrollado y perfeccionado a lo largo de la época moderna, junto con la disponibilidad de combustibles fósiles baratos, ha proporcionado una bonanza y un crecimiento económico sin precedentes a una parte no desdeñable de la población mundial. Esta sensación de «crecimiento ilimitado» ha conducido asimismo a una serie de paradojas. La más significativa es la paradoja de la abundancia y la disponibilidad absoluta en un contexto de profunda crisis climática y medioambiental. Esto quiere decir: los mercados y supermercados tienen siempre de todo (traído desde la otra punta del globo si hace falta, o producido en un «mar de plástico», tirando de abonos químicos y recursos hídricos), los parques se ven siempre verdes y floridos (gracias al riego continuo, al uso intensivo de maquinaria y a la selección de especies) y, sin embargo, nos quedamos sin insectos polinizadores, desaparecen especies de animales y de plantas a un ritmo frenético, y estamos en un punto cercano al de no-retorno en cuanto a la transformación antropogénica del clima. Hay de todo mientras nos quedamos sin nada.

Apuntes de horticultura de Tomàs

Es en este contexto de crisis ecológica se inicia nuestro proyecto: un observatorio de procesos naturales tan sencillos (y a la vez tan complejos) como el paso de las estaciones, el crecimiento de las plantas anuales, la biodiversidad que promueven las especies adventicias o el comportamiento de las aves y los insectos en un medio que propicia su desarrollo. También procesos más centrados en el ser humano, como las enormes fatigas a las que se enfrenta el hombre cuando no puede cultivar con medios mecánicos y energía fósil, o las angustias que padece cuando no sale el fruto. Podríamos resumir los objetivos del observatorio (científicos y vitales) en cinco puntos o tipos de aprendizaje que queremos impulsar:

  1. Promover un conocimiento directo y a través del contacto con el cultivo de la tierra de uno los fenómenos más elementales de nuestro clima mediterráneo: la escasez de agua. Conocer qué se debe cultivar y cuándo en función de los períodos secos y de lluvias, con captación, almacenamiento y racionalización de agua de lluvia. Promover el conocimiento acerca de especies adaptadas al clima, los principios del jardín sin riego y del huerto sostenible en recursos hídricos.
  2. Impulsar la práctica de la permacultura, un tipo de agricultura sostenible que combina especies según su capacidad de adaptarse y convivir unas con otras, regenera la tierra por medio del uso de composteros y montículos y protege el suelo de la erosión y la pérdida de nutrientes que produce el arado de la misma.
  3. Conocer y proteger a los insectos mediante la renuncia al uso de plaguicidas, promoviendo un conocimiento de cómo evitarlos en los cultivos y al mismo tiempo creando espacios de descanso y de desarrollo (hoteles de insectos, charcas naturalizadas) para ciertos tipos según su función, como los polinizadores (abejas, abejorros, etc.) o los descomponedores (escarabajos, lombrices, etc.).
  4. Conocer y proteger a las aves, creando un ecosistema que les sea atractivo por la abundancia de presas (insectos), agua para hidratarse y espacios seguros donde nidificar.
  5. Por último, conocer mejor la durísima vida y las dificultades de nuestros ancestros, favoreciendo el aprendizaje de un tipo de agricultura no tecnificada: sin motocultores, sin riego mecanizado y sin abonos derivados del petróleo. Esto lleva inevitablemente a prestar atención a cómo vivimos nosotros, apoyados en una abundancia de combustibles fósiles que probablemente no durará para siempre, e impulsa a una reflexión sobre el decrecimiento.
Comparte!