El hombre necesita a las abejas. Es un hecho constatado por la razón científico-técnica que gobierna nuestra comprensión del medio. Sin embargo, la pérdida de estos insectos durante las últimas décadas es también un hecho constatado, y parece que va a peor sin que podamos hacer nada. El uso masivo de plaguicidas y la reducción de la diversidad en nuestros espacios naturales tienen mucho que ver con ello.

Sin ir más lejos, en Barcelona es hoy día difícil ver abejas (salvo las famosas abejas muertas bajo las tipuanas, ¿quizás muertas de sed?), incluso en Collserola. ¿Qué diversidad floral ofrece una masa forestal homogénea? Para preservar o enriquecer la diversidad de especies, el bosque de pinos no puede seguir ganando terreno, sino que debe mezclarse con espacios y hábitats heterogéneos, como los que se generan alrededor de los torrentes o de actividades humanas que almacenan y aportan agua y fomentan especies compatibles con el clima. Éste es el reto del parque: configurar un mosaico agroforestal, en un contexto en el que la agricultura moderna (la industria de producción agrícola) es poco proclive a crecer, debido a la escasa rentabilidad de esta actividad cuando se realiza a pequeña escala y con estándares de calidad elevados.

Espacio reservado para polinizadores con distintos tipos de flores adventicias: Campanilla rosa (Convolvulus althaeoides), amapola silvestre (Papaver rhoeas) y diente de león (Taraxacum officinale).

Uno de los objetivos que tenemos en este espacio-agrícola-no-productivo es constituir un lugar de reposo y de apoyo a los polinizadores. En primer lugar, cuidando un hábitat diverso de flores productoras de polen y néctar, no sólo plantadas, sino también adventicias (las conocidas como «malas hierbas»). En segundo lugar, proporcionando espacios seguros donde haya agua disponible: la mejor manera es mantener charcas o pequeños depósitos pluviales con plantas acuáticas que además de preservar la calidad y la frescura del agua, hacen de «bandejas» donde los insectos pueden posarse cómodamente.

Charca con lenteja de agua (Lemna minor). La piscina de las abejas.

En el huerto es común ver abejas acercándose para beber, especialmente ahora en verano cuando suben las temperaturas. Particularmente en la zona en la que nos asentamos hay poca agua y está en una vertiente sur, así que éste es uno de los pocos refugios donde pueden encontrar agua. Aunque más que abejas, nuestros visitantes más numerosos son los abejorros, como el de la fotografía superior (Bombus terrestris). No son nada agresivos y tienen unas características «bufandas» de colores diversos -en este caso era amarillo, pero también los hay rojos. La lavanda es su «comedero» durante todo el año, ya que esta planta produce flores hasta en los veranos más secos sin necesitar apenas riego. Es una superviviente. Necesita, eso sí, una poda habitual para ir renovando sus flores.

Este verano, sigue abierto en el huerto el «refugio climático» para polinizadores.

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