La falta de lluvias durante los años que hemos estado llevando este huerto va a más, así que pensamos que estaría bien ir haciendo sitio para algún cultivo de secano. Esta es una de las razones principales por las que quisimos plantar la espelta. Pero además, nos lanzamos a esta aventura porque el cultivo de grano en un modelo de agricultura-no-moderna tiene mucho que enseñarnos. Constituye la base de nuestra alimentación y no conocemos apenas sus procesos, sus plagas, sus dificultades. Todo lo que cuesta cosechar una espiga y obtener un puñado de harina: una cantidad de trabajo inmensa, hoy facilitada (por suerte, para los que hemos tenido esa suerte) por la maquinaria agroindustrial y el fluir perpetuo del gasoil.

Nos decidimos finalmente por la espelta (triticum spelta). Sus semillas son fáciles de encontrar en pequeñas cantidades en cualquier invernadero o tienda gracias a que se ha puesto de moda plantarla en pequeñas bandejas de germinado, con el fin de consumir sus brotes verdes frescos licuados: una especie de batido pringoso la verdad no muy apetecible. Otra razón es que la espelta es tremendamente resistente a plagas y enfermedades (lo que reduce o evita la necesidad de pesticidas) por sus múltiples capas de cáscara. Ello también convierte la separación final del grano en un proceso un tanto diabólico cuando es realizado sin maquinaria o ayuda extra obtenida por medios de tracción animal: la trilla y el posterior aventado, procesos ya descritos por los griegos (aunque por supuesto más antiguos) a los que habría que dedicarles otro texto, porque la verdad es que son de gran interés y sobrevivieron desde el segundo milenio hasta prácticamente principios de siglo XX, cuando fueron reemplazados a gran escala por las cosechadoras.

Hemos cultivado espelta sobre todo para aprender en qué consiste el fundamento diario de nuestra alimentación, los hidratos de carbono procedentes de harinas. Unos 9m2 han sido suficientes esta vez para una pequeña prueba piloto. Cinco filas en un espacio de 3x3m. Quizá nos quedaron demasiado apelotonadas, pero es lo que tiene aprender directamente de la tierra, siempre se cometen errores. Es más, pienso que todo el cultivo ha estado lleno de errores, a veces difíciles de identificar por lo difícil que es encontrar guías adecuadas para este cultivo con más de cinco líneas que no hablen de cosechadoras y de hectáreas. Una de mis preferidas ha sido este blog, aunque el clima mesetario del que parten sea muy diferente. A falta de saber tradicional o científico-técnico adaptado a este pequeño experimento, nos hemos guiado sobre todo por información relativa al desarrollo del trigo en general.

Malísima foto de las cinco filas de espelta recién plantadas.

Plantamos la espelta con mucha ilusión la última semana de octubre de 2021. Hasta tres semanas después más o menos no brotó la planta. Las espigas tardaron muchísimo, hasta abril no salieron (ver foto al comienzo del post: salieron cuando las amapolas), y sólo después de haber echado mano un mes antes del nitrógeno (¡dolor!). No me pude resistir a esto último, ya que no espigaban de ninguna de las maneras, y dejé una fila de control «ecológica» que ha dado unas espigas ridículas en comparación con las cuatro «nitrogenadas», lo que nos indica que la enmienda inicial de la tierra con nuestro compost vegetal fue claramente insuficiente. La hemos recogido a mediados de junio de 2022, aproximadamente nueve meses después y cuando las espigas estaban ya totalmente secas y algunas apuntando hacia abajo. Es posible que quizás fuera aún pronto, hubiera podido aguantar una o dos semanas más, pero la Lachnaia vicina (un bichín muy curioso al que llamamos «falsa mariquita») estaba rondando mucho el cultivo y no quería que lo echara a perder. La mayoría de las espigas estaban impolutas y en perfecto estado, salvo cuatro a lo sumo que tenían una especie de pelusa que hemos descartado (ojalá supiéramos lo que es, no lo hemos conseguido encontrar). Teníamos miedo de que pillasen cornezuelo -da mucho miedo este bicho, porque sus efectos sobre la salud si es consumido son desastrosos- pero no hemos visto nada similar.

Mini-cosecha de la espelta con tijera.

La cosecha fue pequeña, como era esperable de una plantación de tamaño reducido . Una bolsa del súper llena de espigas, que por ser tan pocas pudimos coger una a una con tijera. No hizo falta ni hoz. Ahora están en proceso de secado un par de semanas. Probablemente cuando terminemos de separar el grano de la paja no tendremos más de medio kilo. Igual cuatro barras de pan de espelta, unas pocas más si la mezclamos con harina de trigo. Pero nos ha hecho mucha ilusión saber «lo que vale» un grano.

Lo mejor: no ha habido que regar el cultivo en uno de los años más secos que he vivido en el huerto, la espelta es una todoterreno. Apenas lo hemos regado un par de veces tras la siembra y una vez al comienzo de la primavera porque tardaron en venir las lluvias.

Lo peor: descascarillar la espelta.

¡Ya avisaremos para el pan! Por primera vez habrá pan del Huerto de Tomàs.

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